Debemos ayudar a la gente necesitada de Cuba sin formar espectáculos
Por Roberto A Paneque Fonseca
La ayuda a gente necesitada de Cuba la realizan a diario miles de turistas y de cubanos y sus familiares y amigos en el exterior, con el solo ánimo de ayudar y de cooperar, y sin andar formando escándalos ni espectáculos televisivos.
Esa ayuda se entrega directamente a gente conocida que necesita ciertos medicamentos o ciertos aditamentos médicos, o a médicos y ejecutivos de hospitales, policlínicos y centros de salud, para que ellos la administren a sus pacientes.
Jamás se me ha ocurrido a mí entrar a un hospital, ni mucho menos a un hospital infantil, a entregar mi ayuda ni la de la Fundación Robert A Paneque, para dársela directamente ni a un niño ni a un paciente adulto.
Tampoco iría a entregar medicamentos ni a hacerme fotos con niños con cáncer y en la privacidad de su hospitalización.
En Cuba, la normativa de prohibición de acceso a extraños a hospitales y escuelas infantiles -ya sean cubanos, vecinos, amigos, familiares o lo que sea- siempre ha existido.
Igualmente existe también en España y en el casi todo el mundo.
Cualquiera no puede llegar a un hospital infantil desde la calle si no es un familiar que va a cuidar a los niños, como tampoco tú puedes en cualquier país del mundo entrar a una escuela primaria así por así.
Es una prohibición mundial.
No se trata de ningún invento chino de Cuba ni del castro-comunismo.
Así funciona al mundo en la protección de los niños.
Todas las escuelas primarias del mundo entero tienen guardia las 24 horas, permanente.
Si te fijas en las de Cuba, siempre hay alguien cuidando la escuela, aunque sea a las 3 de la mañana un domingo, un lunes o un día feriado.
Es una norma mundial, así que vamos a dejarnos de inventos y de escándalos y de historias raras.
Yo, Roberto A. Paneque Fonseca, llevo más de 40 años llevando medicinas a Cuba por cientos de kilogramos y ayudas por contenedores, por toneladas, y eso lo saben la gente que tiene que saberlo y punto pelota, como dicen los españoles.
Jamás he estado propagandizando mi ayuda ni formando escándalos.
En mi último viaje de marzo de 2024, ya enfermo de cáncer, llevé 100 kg de medicinas para el hospital y el policlíco de Bayamo y para gente necesitada en La Habana.
Y ahora tengo aquí 100 kilogramos más para llevar en cuanto me den el alta médica en mayo de 2025, además de dos equipos de respiración que salvan vidas.
Sin embargo, jamás lo publico ni ando formando espectáculos con la banderita cubana ni la cabeza de un guanajo, como se dice en cubano antiguo.
Lo hago porque es para gente necesitada de mi país y se acabó la historia, y nadie tiene que darme las gracias por nada.
También conozco decenas de mipymes y de trabajadores por cuenta propia en Cuba que dedican parte de sus ingresos y de sus beneficios a ayudar a casas de acogida de niños sin amparo filial, a hospitales e incluso hasta a empresas estatales de primera línea, y lo hacen silenciosamente, sin escándalos y sin publicidad ni aspavientos.
Durante años y años, tanto en México como en España, República Dominicana, Estados Unidos, Alemania y otros países por lo que he andado, muchísima gente se me acerca a entregarme medicamentos para amistades familiares, hospitales.
Especialmente médicos cubanos y personas sensibilizadas (mujeres y hombres), acopian grandes cantidades que enviamos a Cuba hace más de 40 años.
Conozco decenas y decenas de personas en varios países que se han encargado prácticamente de patrocinar a pacientes y a centros de salud en Cuba.
Y lo han hecho ya su modo de vida, costeando todas las movidas y los envíos, tanto internos dentro de los países como hacia Cuba, de su peculio personal, como también hacen asociaciones de amistad con Cuba en todo el mundo.
Ni esas personas ni mucho menos yo, ni la fundación de mi familia, esperamos que el Presidente Díaz-Canel nos reciba en el Palacio de la Revolución con la Banda de Música del Estado del Estado Mayor del Ejército.
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